Lo que me ha enseñado el cine mainstream es que el feminismo infunde miedo, hasta de la manera
más descafeinada posible. En su día, cuando se estrenó la tan odiada película
de Las cazafantasmas, se dejaba
entrever. Y ahora, llegado el debut de Aves
de presa y Los ángeles de Charlie
lo he confirmado del todo. Me gustaría centrarme en Aves de presa porque transgrede hacia el empoderamiento de un
personaje femenino —Harley Quinn— que había sido concebido para ser el satélite
de un hombre: el Joker.
Habría que hacer hincapié en que en Cazafantasmas y Los ángeles
de Charlie tenemos a mujeres que ocupan espacios masculinos. Los
Cazafantasmas originariamente fueron hombres, hasta que llegó el film de 2016,
donde se hizo una versión en la que las mujeres tomaron su lugar. El propósito
era demostrar que en una película de entretenimiento era irrelevante el género
de quien la protagonizara, aunque, por desgracia, la taquilla y la crítica
cinematográfica se empeñaran en llevar la contraria. Ahora, en 2020, se iba
estrenar un remake de la cinta donde, de nuevo, quienes tendrán la batuta serán
—atención a lo inesperado— hombres.
En Los ángeles de
Charlie se incorporó la novedad de que el nuevo Charlie fuera una chica. Además
de que el personaje de Kristen Stewart mantuviera algún que otro diálogo que
provocó que ciertas masculinidades se atragantaran. Cabría añadir que Charlie,
como personaje en los anteriores films,
tenía una finalidad muy clara: ser un hombre que dirigía a mujeres jóvenes, con
un cuerpo de escándalo, y espías. Todo un afortunado, el galán. ¿Quién no
querría estar en su lugar?
Chris Hemsworth en Las cazafantasmas, divino de la muerte |
Esto me remite al recuerdo de las campanadas, con Chicote y
Pedroche, y me incita a considerar cómo en tantos programas de entretenimiento
parece que las mujeres, además de ser inteligentes y trabajadoras, son siempre
el florero de un señor. Aunque, cuando el bello objeto de consumo es un Chris
Hemsworth, que actúa parodiando el papel de «secretario tonto, sexy y damisela
en apuros» en Las Cazafantasmas, nos
topamos con que para la crítica es ridículo; con que no es veraz su papel.
Chris no puede ser la contraposición a Janine Melnitz, porque es un hombre.
Ahora, volviendo al tema principal, que se me da muy bien
irme por las ramas. Considero que el hecho de que Aves de presa haya molestado incluso más que Las Cazafantasmas o Los
ángeles de Charlie ha ocurrido porque Harley se empodera. En las historias
que se construyen en los cómics suele aparecer un tropo que se denominó «Mujer
en la nevera». Su origen gira alrededor de la muerte de la pareja de Linterna
Verde, Alexandra DeWitt, cuyo cuerpo terminó descuartizado dentro del
frigorífico.
En la mayor parte de las piezas de ficción nos encontramos
con que los personajes femeninos suelen definirse como un apéndice de los
masculinos. Generalmente las mujeres somos esposas
de, madres de, hermanas de y, como consecuencia, no tenemos valor en
nuestra definición por nosotras mismas. La razón principal de la denominación
de «La mujer en la nevera» es el hecho de que en el universo de los superhéroes
exista un gran número de mujeres que aparecen dentro de la trama con la única
finalidad de morir, ser violadas o humilladas. ¿Por qué? Pues para que la
venganza por lo que les ha ocurrido sea el motor de arranque del protagonista hombre.
Pienso en El castigador, donde muere
su mujer e hijo; en The last of us
donde muere su mujer e hija; Deadpool 2,
donde muere su pareja…, y podríamos seguir sumando.
Harley nació para ser una de tantas mujeres en la nevera,
pero no. Ella era una psicóloga —Harleen Quinzel— que trabajaba en el
psiquiátrico de Arkham y a la que el Joker manipuló hasta hacer perder la
cordura y convertir en su esclava. La relación de Harley y Joker era de
violencia y de maltrato, así que idealizarlos sería caer en el error. Harley
nació como villana y apéndice del Joker cuando cayó dentro de unos ácidos
tóxicos que, supuestamente, le hicieron perder la cordura. Existen dos
versiones: una donde la lanza el Joker a traición y otra donde decide tirarse
ella porque el Joker la incita a hacerlo como prueba de amor. Da igual cuál consideremos,
en realidad, porque en ambas nos topamos con que Harley no quería hacerlo y es
forzada: o bien la empuja, y es un abuso físico; o bien la manipula, y es un
abuso psicológico.
Sin embargo, su
historia se hizo popular y un gran número de chicas nos enamoramos de ella: de
su locura, de su carisma. Nació para ser humillada, pero nos gustó tanto que
quisimos que tuviera un futuro distinto: deseábamos que se alejara del Joker y
fuera feliz siendo una villana súper estilosa en Gotham. Y, hasta cierto punto,
nos escucharon. Apareció Aves de presa
y la serie animada Harley Quinn, que
es lo mejor que trajo este 2019. En la serie animada, además, aparece siendo
muy cercana a Hiedra, quien la ayuda en gran medida a salir de su relación de violencia.
Cabría añadir que a lo que todavía no se atreven los guionistas es a
literalizar la relación homosexual que mantienen Harley y Hiedra: ambas son
bisexuales y, cansadas de los hombres, deciden darse apoyo mutuo y hacerse pareja.
Aves de presa hiere
masculinidades por el alto pico de popularidad que ha alcanzado. La frase de
«Un arlequín está para servir, no es nada sin un amo», seguida de cómo Harley,
a pesar de sus palabras, lucha por obtener su propia identidad es una oda a la autorrealización. Hasta en el
título del largometraje se hace hincapié en la emancipación de su protagonista:
Aves de presa y la fantabulosa
emancipación de Harley Quinn. Es maravilloso que se especifique bien claro
que ella va por libre, que no le necesita, y que va a redescubrirse como
alguien autónoma. Y todo esto, molesta. Molesta que no nos conformemos con
estar en la nevera; con ser un satélite que solo sirva para reflejar el fulgor
de un señor.
Aunque parezca mentira, en estos pequeños detalles es donde
más se ve que las dinámicas están cambiando y que, por mucho que pretendan
hacernos la zancadilla, la evolución hacia un rumbo nuevo es un cambio
irrefrenable. Desde la Antigua Grecia hasta la actualidad hemos tenido a
mujeres siendo violadas y castigadas, como Medusa; siendo el arquetípico de
constante espera a un hombre, como Penélope; siendo el epíteto de la pecadora,
como Eva o Lilith; o suicidándose en el cauce de un río por los desaires de un
amor estéril, como Ofelia. Qué el siglo XXI nos traiga un soplo de aire fresco
en cuanto a nuevas feminidades es el indicio de que la libertad es una meta
tangible, alcanzable. Las mujeres, juntas, resurgimos de las cenizas como el
ave fénix.
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